¿Por qué no volver a esa niña que fuimos, que somos? Los niños creen en los milagros. Conectan con su corazón. La Navidad, el símbolo de la llegada del niño Dios en muchas tradiciones, ocurre en los aledaños del solsticio de invierno, o de verano en el hemisferio sur. Es el final de un ciclo, el momento de volver a rendirse ante la divinidad que es el ser humano, esa que nos hace creer en los milagros.

Quiero compartir unas palabras que han llegado a mis manos justo en estos días para hacerme recordar y comprender mejor el sentido de esta celebración. Son del gran antropólogo y teólogo Antonio Oliver: “En la noche de Navidad, toda la historia del ser humano empieza a ser divina, todo lo posible alcanza lo imposible, y es donde el ser humano sabe y realiza que solo puede terminar en el infinito que llamamos Dios, sea lo que sea Dios”.

Y sigue así: “Creímos que lo único importante era ser sabios, pero los definitivos son los niños, los que juegan. Estamos en la época del homo ludens, no del sapiens. Nosotros sabemos tanto que no nos maravillamos de nada, he aquí el paleto. El ser humano de verdad se maravilla de todo. La infancia que se pasma ante las cosas y se queda atontada es la dimensión verdadera del ser humano”.

“Cuando llega el ángel y le dice a María: “Tendrás un niño”, el hombre sabio dice: “Esto no es posible”, pero María, que es como una niña, dice: “Esto no es posible pero aquí a lo mejor hay una maravilla posible…hágase en mí según tu palabra”. Y sucede el milagro. El niño, la niña, es el lugar donde lo imposible se hace posible. No nuestra técnica ni nuestro saber. Estamos maduros para saber que el conocimiento y el poder nos han conducido hasta aquí y son ya pasado. El futuro es el niño, la capacidad de jugar, la capacidad de amar”.

“Después del saber viene el amor. Amar es el lugar donde lo imposible sea hace posible. Esto se hace cuando jugamos y cuando amamos. Todo invita a creer que nuestra civilización se termina y no dejamos de pensar que cada vez está peor. Aquí es donde nace justamente el futuro. El ser humano necesita humildad para poder ver más allá de lo material, pues aquello que no ve es más suyo que lo que ve».

La niña que hay en ti crea y cree en lo «imposible». Ilustración: Primer septenio, la Niña Flor por Elena Caballero.

«Empieza una nueva historia en la cual los imposibles se hacen posibles. Esto no se hace gracias al esfuerzo mental y poderoso del ser humano sino con su retorno a su verdadera dimensión, que es la de un niño, una niña, capaz de jugar con todo».

Que sea así la Navidad. Volvamos a creer que un mundo nuevo y bueno es posible en cada instante.

¡Feliz Navidad!

Dicen las sabias que no hay mejor terapia para abandonar los pesares del pasado que caminar despacio sintiendo la lluvia sobre la piel.  Pues hacía años que no teníamos tanta oportunidad para esa medicina en el sur de España.

A pesar del día gris, salí esta mañana un instante a ver si podía saludar al sol. Atravesé la lluvia y me fui al parque para oler tierra y árboles. Me alegré en seguida de vencer mi propia resistencia a salir del confort hogareño.

Flor de Hibiscus bajo los primeros rayos de la mañana. E.C.

Caminé despacio entre brotes verdes y charcos y cuando apoyé el paraguas en un árbol para sentir llover, la lluvia cesó de repente y un sol inmenso salió.

Este regalo me recordó que solo se ama y se protege lo que se conoce y supe que, como guardianas de la tierra y mujeres creativas por naturaleza, debemos enfocarnos, más allá de las incomodidades, en explorar el mundo que queremos.

Nos invito a sonreír, cantar y bailar en esta primavera inusual y tal vez la vibración alta y sincera de tus pasos ayude a disolver tus guerras internas bajo la lluvia y dejar más espacio para lo que haya de venir. No te rindas ante el miedo, odio o enfado y recuerda, en el silencio interior, que esto también pasará.

Como dice la bailarina Andrea Olsen: “Nuestros cuerpos no están separados de la tierra. Sus minerales, aire y agua son nuestros huesos, -similares en composición al polvo de estrellas-, aliento y sangre. Estamos hechos de los mismos elementos y nuestras frecuencias están vinculadas al campo electromagnético de la tierra”.

Por tanto, en esa íntima relación, tenemos el poder de cambiar la energía pesada del exterior y así lo recordaba siempre Lama Gangchen Rimpoché: “La paz interior es la mejor inversión para la paz mundial”.

Que la lluvia arrastre todo pesar y la fuerza de la primavera convierta tu mente en un espacio de paz invencible y contagioso.

Y tú ¿cómo vives tu espacio interior y exterior?

Me encantará leerte en los comentarios.