En estos días de calor, empezamos la operación bikini en el hemisferio norte. A ver si consigo amarme un poco más este verano, tal y como soy. En mi calendario Cuerpo de Mujer he elegido la espalda y el culo para este mes de junio. Son esas partes que muchas no acabamos de ver con el suficiente cariño y sin embargo ambas nos sirven de imprescindible mástil y amable cojín. Hablemos de ellas. Dancemos con ellas!

Ilustración: «Cojín y mástil de mi ser». Acrílico sobre papel hecho con amor por Elena Caballero.
Cuántas veces luché por verme en el espejo de un vestidor y comprobar si mi culo se veía gordo, muy bajo o demasiado plano. Desde luego, nunca fue tan respingón como los de las chicas de las revistas.
Suele pasar con aquellas partes de nuestro cuerpo que permanecen ocultas o vemos con dificultad: son incomprendidas y juzgadas implacablemente. Pero tanto la espalda como las nalgas, una tan de huesos y las otras tan blandas, son las que nos sostienen y asientan. Definen, en cierto modo, nuestro lugar en el mundo.
La espina dorsal es el mástil vital imaginario que une, lo más bajo con lo más alto. Nos da estabilidad mental y fortaleza física. Si arriba, en la cabeza, nos creemos inadecuadas, toda nuestra torre se desmorona.
Muchas mujeres llevamos años insatisfechas con nuestro cuerpo. Lo que pensamos y sentimos acerca de él, genera un campo electromagnético explícito a nuestro alrededor. Por ello, aquellas que conectan con su guía interior, se muestran más imponentes físicamente. Mirarse a una misma sin juicios, con apertura, modifica las propias células.
En los cuerpos no hay ningún tiene que ser. Considerarse flaca, gorda, mayor o inaceptable porque la propia belleza esté al margen de la moda o la cultura imperantes, hiere de muerte el júbilo natural que caracteriza la genuina naturaleza femenina. Y es una mochila que curva tu espalda.
Mueve tu pandero, sacude tus caderas y baila para liberar tu fuego. Así despierta tu kundalini interior, desenroscándose desde el coxis a la cabeza. El movimiento y el ritmo nos conectan y transforman. Y nos devuelven esa alegría de vivir que contagiamos las mujeres cuando nos abrimos a lo auténtico.
¿A qué esperas para desatar tu cintura?
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