Ayer miércoles 1 de febrero nos juntamos un grupo de lunáticos en pos del cometa verde, ese que decían que no volvería a pasar en 50 mil años. Me gustó el reto de salir en mitad de la semana, unos kilómetros alejados de la ciudad, a plantarle cara al cielo con tus amigos. Dos desconocidos seres se sumaron más tarde a nosotros, para mirar también, en mitad de la fría e inmaculada noche de desierto, el puñado de planetas y estrellas que nos miraban a su vez titileantes. Del cometa verde, a pesar de las perfectas coordenadas de nuestro amigo timonel, Dante, apenas hubo rastro. Tal vez una mota de polvo en medio de la todavía contaminación lumínica de la urbe. Y la luz de una rotunda luna creciente no ayudaba. Pero casi poco importaba, se convirtió oficialmente en una noche mágica, previa al 2 de febrero, 2 del 2, portal de abundancia y sanación, como explicó nuestro recién conocido Laurentiu. Y porque es Imbolc, ruge la tierra, pronta a despertar, a pesar de las apariencias, desperezándose bajo nuestros pies.

Árboles y luna creciente de invierno 2023.

Es un milagro para mí eso de saber reconocer que dentro de mis capas frías de enfado y frustración puntual arde una gran llama de sabiduría, amor y equilibrio….que también soy yo. Es más, soy mi yo favorita. Mi yo real. Por eso amo esta época del año, aparentemente tan fría y gris, celebrada como la Candelaria, donde se festeja la vuelta de la luz, ya que lentamente comienzan a crecer las horas de claridad aún en pleno invierno. Como dentro de mí.

El día se hace más largo y la primavera se acerca. Según la cultura celta, se trata de una de las cuatro principales fiestas lunares del calendario celta irlandés, llamada Imbolc, que se celebra en la noche entre el 1 y el 2 de febrero en el hemisferio norte y entre el 31 de julio y el 1 de agosto en el hemisferio sur.
Por eso, en esta época es costumbre encender candelas y luces para ayudar la luz del Padre Sol a calentar de nuevo la tierra.

Es como celebrar el nuevo despertar de la Madre Tierra y todo lo que significa llevar en su seno algo que nacerá con la primavera. Dicen que los seres de la naturaleza se regocijan ante la certeza del despertar de la vida, después de las semanas oscuras y frías que siguieron al solsticio de invierno. ¿Los has visto?

Hermoso momento, para sostener la pereza invernal, soltar las pesadas cargas y miedos del pasado y encender tu luz para atreverte a soñar por todo lo alto una vida nueva.

Antes de volver a casa ayer, tras buscar la luz del cometa verde sin éxito, nuestra nueva amiga, Lou, nos terminó cantando una hermosa canción sobre el abrazo, sumergidos en lo absurdo de un presente que había convocado a siete almas, reencontradas tras un más que probable compartir en otro tiempo neandertal. Ella nos contó que su sobrenombre, Mitakuye Oyasin de la tradición lakota, significa algo muy hermoso que bien pudiera ser mi deseo para este nuevo tiempo que viene: que todos seamos….

Como los rayos de un mismo sol,
Como las olas de un mismo mar,
Renovados por una misma brisa
Y como frutos de un único árbol.

¡Feliz Candelaria!

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